Locales: El caso quedó impune y fue archivado por la justicia
Veinte años atrás la provincia se conmovía ante el brutal doble homicidio de Néstor Vivo y Amanda Encaje
El 8 de abril de 1992 se comenzó a escribir una de las historias más enigmáticas de la historia criminal en la provincia. En la vivienda de avenida Paraguay 787 fueron hallados, en horas de la siesta, los cuerpos masacrados de dos empleados de la empresa Supercemento: el ingeniero Néstor Vivo y su secretaria, Amanda Encaje.
Domingo, 8 de abril de 2012
              


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Policiales | El caso quedó impune y fue archivado por la justicia

Veinte años atrás la provincia se conmovía ante el brutal doble homicidio de Néstor Vivo y Amanda Encaje



Domingo, 08 de Abril de 2012 - Publicado en la Edición Impresa


El 8 de abril de 1992 se comenzó a escribir una de las historias más enigmáticas de la historia criminal en la provincia. En la vivienda de avenida Paraguay 787 fueron hallados, en horas de la siesta, los cuerpos masacrados de dos empleados de la empresa Supercemento: el ingeniero Néstor Vivo y su secretaria, Amanda Encaje.



Ambos fueron asesinados a golpes, y con sus muertes se iniciaba una investigación judicial lamentable, repleta de zigzagueos y de supuestas “pistas firmes” que acabaron siendo estruendosos fracasos, cuando no papelones lisos y llanos.
La frase que la mayoría de los chaqueños repitió tan pronto se supo del doble crimen, el nefasto “no va a pasar nada”, terminó siendo sentencia firme. El caso quedó impune y fue archivado por la justicia provincial. Hoy, la tenue esperanza de esclarecimiento por parte de las víctimas depende de un azaroso trámite iniciado ante la Comisión Interamericana de Derechos Humanos.

Máxima crueldad

Aquel miiércoles 8 de abril de dos décadas atrás, Néstor Vivo (35) hacía tareas habituales. Había pasado por las oficinas de Supercemento y ya después del mediodía se dirigió a la casa de avenida Paraguay 787, donde se hacían trabajos de refacción para que Supercemento instalara allí algunas oficinas.
Vivo había habitado antes el mismo sitio varios años, pero un mes antes había conseguido casa propia, por una adjudicación Fonavi, y la felicidad era total: 25 días antes había nacido su hijo, Nahuel. El rompecabezas de la vida parecía, para él, estar completo. Justo cuando, sin embargo, se aproximaba el peor de los finales.
En la inspección de los trabajos en Paraguay 787 se encontró con su secretaria, Amanda Encaje (46), que tenía la cabeza en otros menesteres. Ella debía sostener un hogar de tres hijos -Pablo (entonces de 23 años), Andrea (21) y Nicolás (10)- y las incómodas cuotas de un Chevette que se había animado a comprar para reemplazar a su viejo vehículo. Por la tarde pensaba recorrer amistades ofreciendo sábanas, venta con la que mejoraba sus ingresos.
A partir de allí, casi todo es misterio. La parte conocida de la historia se retoma recién a las 3 de la tarde, cuando los albañiles que regresaban a la casa se encontraron con los cuerpos de Vivo y Encaje, maniatados y ensangrentados, ubicados en dos cuartos diferentes de la casa.

Procedimientos lamentables

El relato sigue con cosas difíciles de explicar. Los albañiles no avisaron de inmediato a la policía sobre el hallazgo, sino que buscaron a un directivo de Supercemento para contarle que en la casa alquilada por la empresa había dos personas asesinadas. Lo encontraron jugando al golf. El tampoco hizo lo que cualquier personal normal hubiera hecho, es decir llamar a la policía, sino que recién acudió a una comisaría después de comunicarse y encontrarse con su abogado.
Los uniformados llegaron al lugar, y al rato lo hizo el juez de turno, Carlos Alvarenga. Antes de la llegada del magistrado, y en un hecho insólito, los policías, en lugar de bloquear el acceso de curiosos a la casa, lo único que hicieron fue ordenar el ingreso y salida de quienes querían alimentar su morbo observando las dantescas escenas dentro de la vivienda. Es decir, una contaminación total de la escena del crimen, que volvió prácticamente inútil el trabajo de los peritos en criminalística.
Poco después Alvarenga se inhibió de manejar la causa y la pasó a manos de Inocencio Zanazzo, el titular del Juzgado de Instrucción 5, quien la condujo sin resultados. En distintos momentos de estos veinte años hubo supuestas pistas que acercaban el esclarecimiento del caso, pero eso nunca ocurrió. Hasta hubo algunas detenciones que resultaron no tener sentido.

Silencio, sospechas, miedo

Tras el doble homicio, los vecinos de la avenida Paraguay declararon no haber escuchado nada. Las familias de Vivo y Encaje pedían que se investigara la posibilidad de que el crimen estuviera vinculado con cuestiones internas de Supercemento, pero esa posibilidad se exploró poco y nada. En la empresa no querían hablar del tema. Los hijos de Amanda contaron que ni siquiera los llamaron para ver si necesitaban algo.
Las hipótesis en todos estos años sobraron. Los equipos policiales encargados de las pesquisas cambiaban de tanto en tanto, y cada vez era comenzar casi desde cero. Los familiares debían responder las mismas preguntas, brindar los mismos datos, encontrarse con las mismas decepciones.
Se llegó a suponer, por ejemplo, que el asesinato del ingeniero y su secretario fue un mensaje mafioso a terceros, en tiempos menemistas, para que se pagaran compromisos vinculados al negocio de las concesiones viales por el sistema de peaje.
Hoy por hoy, los familiares de Amanda Encaje tienen la casi certeza de que las cosas sucedieron de otro modo, pero con la compañía constructora como trasfondo. Lo sugieren de un modo bastante claro en una carta entregada a NORTE a propósito del doloroso aniversario que llevan veinte años viviendo (ver recuadro).
Los hijos de Amanda, y su hermana, Silvia, mantienen todavía una luz de esperanza sobre un esclarecimiento, pero lo imaginan más por la posibilidad de aparición de un “arrepentido” que por la labor de instituciones y gobiernos provinciales que ya se desentendieron del caso y que nunca mostraron mucho compromiso por el descubrimiento de la verdad.
El tiempo pasó. Los padres de Néstor Vivo, dos ancianos encantadores que luchaban con todas sus energías por lograr que se hiciera justicia, fallecieron entre tantos almanaques agotados. El hijo de Néstor tiene hoy los mismos veinte años que cumple la impunidad del crimen de su padre. Y los hijos de Amanda, ya con sus vidas encaminadas, sienten el peso de esa inmensa deuda que nadie les salda. Que prácticamente nadie tuvo voluntad real de saldar.

Fuente: Diario Norte
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