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Padres que fueron padres: tres exsacerdotes que este domingo celebran su día
Para estos hombres elegir una vida lejos de los hábitos implicó en un primer momento "quedar a la intemperie social" como excuras que habían defraudado las expectativas de la comunidad religiosa. La incertidumbre del futuro laboral y los rechazos de las familias atraviesan estas historias.
Domingo, 18 de junio de 2023
              

Transformados en padres orgullosos de sus hijos con quienes supieron forjar vínculos
poderosos, para estos hombres la decisión de formar una familia implicó en un primer
momento “quedar a la intemperie social” como excuras que habían defraudado las
expectativas de la comunidad religiosa para empezar una nueva vida lejos de los hábitos.

Mi papá, ése que todos llaman ”padre”

Desde que me acuerdo en el pueblo lo llamaban a mi papá “padre Alvado”, lo que durante mucho tiempo me molestó por motivos que fueron variando con el tiempo.
Cuando era chica pensaba “¡es mi papá y de mi hermana, no de todo el pueblo!”. De más grande, cuando todavía me avergonzaba un poco el pasado como cura de mi viejo, Jaime Alvado, me molestaba el recordatorio implícitoen ese apelativo cariñoso producido 20, 30 y hasta 40 años después de una deserción que pareciera que la comunidad nunca asimiló del todo.


Hoy, cuando ya he superado la edad que él tenía cuando se jugó por mi vieja ycuando ya ha transcurrido un año de su muerte, cualquier referencia a mipapá no hace más que aumentar mi gratitud y mi enorme orgullo por laprofunda valentía con que dejó de lado su sentida vocación de cura para viviruna gran historia de amor.

Para mí no fue nada fácil tener un viejo cura, porque en diferentes momentosde la vida se hicieron presentes insidiosos prejuicios, preguntas incómodas,opiniones no pedidas, comentarios desafortunados. Reconforta saber que hoylos tiempos han cambiado mucho.
Con motivo de esta nota he tenido la oportunidad de conversar por primeravez con otros hijos e hijas de excuras para quienes el pasado vocacional ylaboral de sus padres es uno más entre múltiples posibilidades, todas igualmente válidas.

Ellos saben que no hay nada pecaminoso, ni prohibido ni reprochable en esos “volantazos” que supieron dar sus padres en sus vidas para ser honestos conellos mismos y vivir una vida más plena; y la sociedad felizmente acuerda con ellos.

“Yo entré al seminario a los 18 años y la primera vez que me planteé la paternidad fuea los 22, cuando mi hermano tuvo su primer hijo; porque yo era consciente de queestaba renunciando a mi sexualidad pero no que estaba renunciando también a lapaternidad”, contó a Télam el cordobés de 55 años Adrián Vitali, quien fue sacerdote tres años.

Ejerciendo ‘después’

El caso de Gustavo Gleria (59) es bastante particular porque siguió ejerciendo hasta cuatro años después de haber iniciado la convivencia con su actual esposa y madre de sus dos hijos, en momentos en que la mayor tenía ya tres años.

“Estaba convencido de que podía ser cura y tener familia. La gente de la parroquia no
sé si abiertamente lo aceptaba, pero no me condenaba”, contó a Télam este excura
que ingresó al seminario cuando tenía 16 años. Gleria conoció a su esposa siendo párroco de la iglesia donde los padres de ella concurrían asiduamente y por eso primero los unió una gran amistad antes de que floreciera el amor que los mantiene juntos hasta ahora.

“Yo de chico tenía mucha ilusión de cambiar el mundo más que plantearme mi paternidad, eso ni se me cruzaba. Más adelante me lo replanteé ya siendo cura y cuando me cambiaron de parroquia estando ya con mi esposa, tomamos la decisión de tener un hijo”, contó.

Gleria explicó que no fue su paternidad lo que lo llevó a abandonar el ministerio, sino el deterioro al que había llegado su relación con las autoridades de la Iglesia en pleno debate por el matrimonio igualitario que apoyaba.

“El miedo que tenemos todos los que queremos dejar el sacerdocio es no conseguir trabajo y de hecho yo me quedé en ‘Pampa y la vía’. Abrirme paso me costó mucho”, aseguró quien hoy se desempeña como maestranza en un colegio donde, por su formación académica, podría estar enseñando cualquier materia humanística.

Su familia también le hizo sentir el frío del rechazo ante una decisión de vida que interpretaron como “un insulto”, y hoy el vínculo con ellos “sigue bastante roto”.
“Yo trato de celebrar la vida cada instante que paso con mi familia y que ‘cada mesa sea una misa’, como me enseñó el sacerdocio. No he salido odiando a la Iglesia y, de hecho, he cambiado simplemente de parroquianos, porque mis compañeros (de trabajo) a veces me preguntan cosas con mucho respeto y yo les respondo sin transmitirles mis experiencias negativas”, dijo.

Su hija Sara, que está cursando el quinto año en un colegio de la localidad cordobesa de Agua de Oro, contó que “de más chiquita veía como una ventaja” tener un padre excura porque podía “presumirlo” en las clases de catequesis y le decían “¡wow, tu papá es cura!”.
“Actualmente no me influye en nada porque no es ese tipo de cura que se tiene en mente, muy estricto o súper católico, nada que ver”, dijo a Télam.

Segundas nupcias

Por su parte, Horacio Fábregas se casó el año pasado en segundas nupcias tras una larga primera relación de la que nacieron sus dos hijas de 28 y 23 años.

“Yo cuando entré al seminario me sentía un héroe capaz de renunciar a muchas cosas
por esto, pero en el fondo lo vivía como una carencia y cuando no tuve más huevos
para para vivir el celibato, dije ‘me voy’; no quería una doble vida ni brindarme a
medias o escondidas”, contó a Télam.

Y si bien “no estaba en sus planes originales” ser padre, fue una experiencia “sublime,
mucho más grande y hermosa de lo que podría haber imaginado”. “Yo llegué a ser cura por influencia familiar y durante mi época de formación en el seminario varias veces quise irme pero no podía enfrentar a mi madre. Cuando finalmente dejé, me apartaron de la familia durante muchos años”, afirmó.

En diálogo con Télam, su hija Valentina contó que tuvo “una infancia bastante normal” y que si alguna vez alguien reaccionó de manera prejuiciosa al conocer su historia familiar, “nunca me afectó porque son mis papás y sé a exactamente cómo fueron las cosas, que vivieron una historia de amor”.

“Entre mis compañeros de colegio, siempre hubo gente curiosa sobre mi historia y ahora todavía me pasa en la facu, cada vez que surge el tema. Últimamente siento que me encanta tener ese as bajo la manga que puedo sacar y quedan todos asombrados”, dijo.

Una de las circunstancias que más le hizo comprender lo que puso en juego su papá cuando renunció al sacerdocio, fue conocer al cura que la bautizó detrás del mostrador de una heladería donde estaba trabajando tras haber dejado atrás también el Ministerio.

“Lo veía y me remontaba a mi papá, a lo que habrá sido salir (al mundo) y decir ‘no sé hacer otra cosa que no sea dar misa’. Con 28 años tuvo que aprender a un montón de cosas porque lo único que había hecho era estar en la iglesia”, añadió.

Hoy lo que más admira de su papá es la “valentía” y el buen uso que hizo de su “libertad” para “elegir su propio camino” contra viento y marea, dos valores que “la vida le enseñó y él nos transmitió a nosotras”.

Fuente: Télam
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